Cómo superar el Síndrome del Impostor que limita el desarrollo profesional y las posibilidades en los negocios

En un mano a mano, la coach ejecutiva y organizacional Alejandra Marcote comparte sus tips para conectar con nuestro poder personal cuando la autoexigencia, el perfeccionismo y el miedo al fracaso nos hacen sentir un fraude.

La exprimera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, podría hacer gala de su currículum: graduada en las universidades de Princeton y en Harvard, trabajó en el estudio de abogados Sidley Austin, donde se especializó en derecho de propiedad intelectual; fue comisionada asistente de planificación y desarrollo en la alcaldía de Chicago; fundó el capítulo de Chicago de Aliados Públicos, un programa que prepara a los jóvenes para el servicio público; e impulsó diversas iniciativas que buscan promover la igualdad de género y empoderar a jóvenes. Fue, también, elegida la mujer más poderosa del mundo por el ranking de Forbes de 2010.

Hace cuatro años, en el marco de una presentación ante un grupo de estudiantes en Londres, Inglaterra, reconoció haber padecido el Síndrome del Impostor. Sentirse, en otras palabras, un fraude. Algo que también le ocurrió a Sheryl Sandbergdirectora de Operaciones de Facebook y fundadora de la red Lean In, nombrada una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time y una de las mujeres “self made” más ricas del mundo según el ranking de Forbes de 2021.

Pero, ¿qué es el Síndrome del Impostor? Es esa impresión de no ser capaz de internalizar los logros, de sentir que los reconocimientos son inmerecidos y de temer ser descubierto de un momento a otro. Sentirse, sin más, un impostor. Como le pasaba también a Albert Einstein, autodenominado “estafador involuntario”, por no creerse digno de los lauros recibidos; a la escritora nominada al premio Pulitzer Maya Angelou; y a la actriz Meryl Streep, entre tantas otras personas que se destacaron en diferentes disciplinas.

El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas estadounidenses Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes estudiaron el impacto de este sentir, sobre todo, en mujeres con un destacado recorrido universitario. Clance había iniciado la investigación luego de notar que varias de sus mejores alumnas tenían en común un sentimiento de inseguridad -injustificada- sobre su desempeño. Algo que, recordaba, a ella misma le había sucedido durante sus años de formación.

El Síndrome del Impostor no está necesariamente vinculado a la depresión, ansiedad, escasa autoestima ni falsa modestia. El impostor laboral suele ser una persona perfeccionista, con alto rendimiento y que se exige mucho. Sin embargo, este exceso de autoexigencia hace que no pueda evitar la sensación de inseguridad y un sentimiento de que no lo hace bien. Para el impostor, los buenos resultados tienen que ver más con “la suerte”, y no tanto con sus propias habilidades y conocimientos.

Alejandra Marcote es coach y speaker especializada en el aprendizaje de errores y fracasos. Directora de Aprender del Error, desarrolló un concepto integral de abordaje de los errores y fracasos para la transformación cultural de equipos y organizaciones, y para la resignificación de las experiencias personales fallidas.

Recientemente, publicó el libro Cómo transformar el Síndrome del Impostor en tu aliado, donde explora cómo el perfeccionismo, la autoexigencia, el miedo a fallar y las comparaciones con otras personas nos generan la sensación de no estar a la altura de las circunstancias. En un mano a mano con Forbes Argentina, compartió las claves conectar con nuestro poder personal.

-¿Por qué ahora este libro?

La decisión concreta de escribir este libro la tomé a principios de 2021. Sin embargo, ya tenía material escrito sobre el tema. Durante el primer año de la pandemia, en 2020, tuvimos que reconvertirnos, había muchas personas que por necesidad necesitaban desarrollar nuevas habilidades, conseguir otros trabajos, generar emprendimientos o darle una vuelta a su emprendimiento y se veían muy desafiadas.

Ahí decidí trabajar este tema de forma abierta, en talleres, y a partir de esa experiencia, de lo que me iba movilizando, de lo que iba descubriendo, se fue despertando esta idea de escribir el libro, de publicarlo. A mitad de 2020, publiqué un artículo en LinkedIn que tuvo bastante repercusión. Después, le fui dando vueltas porque dije “voy a armar un ebook”. Al final, ese ebook tenía 100 páginas  y ahí me decidí a lanzar el libro.

Lo que me terminó por decidir fue la pandemia, el proceso que estábamos pasando y esta necesidad de compartir con otras personas todo lo que yo venía investigando durante años, trabajando en empresas, en las charlas de Aprender del Error. Que sea un material accesible y ordenado para que cualquiera que se estuviera viendo boicoteado por esta idea de ser un fraude pudiera comenzar a trabajarlo como si fuera un taller, que ese es el formato del libro.

-¿Cómo tomaste conocimiento sobre el Síndrome del Impostor?

Hace bastante, cuando estaba estudiando una maestría en coaching y quería dejar mi trabajo como contadora. Se me estaba haciendo muy difícil y me di cuenta de que no tenía que ver tanto con el exterior, sino con mis propias creencias, con la idea de que yo tenía que hacerlo todo perfecto y que hasta no poder generar algo que fuera impecable, no podía dar un taller. Entonces, eso me limitaba a arriesgarme. También la idea de que tenía que saber todo. Y tener más títulos. Y que cuando me recibiera de la maestría iba a necesitar hacer más cosas. Había un enorme limitación interna que tenía que ver con mis creencias.

Empecé a ver qué me pasaba y leyendo, en algún momento, llegué al Síndrome del Impostor. Fue un descubrimiento a partir de una necesidad personal. Como después empecé a trabajar con el tema de los errores y los fracasos, lo profundicé desde lo profesional.

-¿Cómo detectar si uno padece el Síndrome del Impostor? ¿Hay forma de hacer un autodiagnóstico?

Hay formas de detectarlo. Creo que, sobre todo, basándose en cuáles son las principales características de este síndrome. Quienes lo descubrieron originalmente hace 40 años habían hecho un test. Yo, particularmente, preferí no incluirlo en el libro, pero sí desgranar más esas características que nos permiten ir dándonos cuenta: ¿Creemos que nuestros logros se deben a factores externos o internos? ¿Cuál es nuestra respuestga ante elogios y agradecimientos? En general, nos es dificil aceptarlo porque creemos que lo hace gente amable pero no porque lo merecemos. La idea de que vamos a ser descubiertos, este temor a que alguien se va a dar cuenta de que los estamos engañando, de que nos van a descubrir, también es otra pista. Podría agregar un cuarto punto a tener en cuenta, que es el miedo a fracasar y a equivocarnos.

Muchas personas que padecen el Síndrome están más guiados por evitar fracasar que por alcanzar el éxito. Si hacemos un doble click ahí, encontramos algunos otros aspectos que podemos evaluar, por ejemplo, considerar que lo que logramos nunca está lo suficientemente bien hecho, creemos que siempre nos falta algo por saber y por ende no podemos hacer lo que nos proponen. Si algo no sale en el primer intento, vamos a creer que no somos lo suficientemente competentes, y/o tener la convicción de que lo vamos a hacer todo mal.

Nunca vamos a alcanzar las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos. Nos parece que es poco lo que hacemos. También hay algo que es bastante característico, que es mucho miedo a la evaluación, al feedback, al comentario. Sobre todo, el comentario negativo que, en lugar de tomarlo como algo constructivo, lo tomamos como algo personal y como la confirmación de que somos un fraude. Y algo que aparece muy visible es la comparación: compararnos con otros. Quiero aclarar que deberían darse varias de estas situaciones. Uno tendría que hacer un check de tres o cuatro, como mínimo, para que se dé el Síndrome del Impostor.

-¿De qué modo puede afectar el desarrollo profesional?

De distintas maneras. Puede ser que una persona se paralice y no avance en su carrera, no tome nuevos desafíos. Tenga tanto temor a ser descubierto, a no estar a la altura que, directamente, cuando le ofrecen un ascenso o aparece un nuevo cliente en un emprendimiento no lo tome. Una consecuencia, la más indeseable de todas, quizás, que la persona no se desarrolle.

Hay otras personas que igual toman los desafíos, pero la pasan muy mal. Avanzan en su carrera, pero su costo es más emocional, es un escaso disfrute, mucha ansiedad porque siempre está esta idea de que igual no soy suficiente y de que se van a dar cuenta.

Hay mucha ansiedad de por medio. El no disfrute también es una consecuencia y también el sobrecargarse de trabajo porque, con esta idea de que no somos lo suficiente, de que tenemos que esforzarnos un montón para demostrar y para que se vea que sí estamos a la altura, hay un sobreesfuerzo para cualquier trabajo y el costo es que pueda ser la salud física.

A veces posponiendo un poco las cosas y después sobrecargándose mucho al final. Las consecuencias son distintas de acuerdo a cómo lo viva cada persona y tal vez qué estrategia tenga frente al Síndrome del Impostor: pero, básicamente, parálisis, no avanzamos o avanzamos y la pasamos muy mal y/o nos esforzamos muchísimo y estamos totalmente quemados.

Y una no menor para el mundo emprendedor podría ser el tema de no cobrar. No le puedo poner precio a mi trabajo porque siento que no estoy a la altura, que debería saber más para cobrarlo. Entonces, el no poner precio o poner precio muy por debajo de lo que se podría poner. En el caso de las organizaciones, muchas veces, no negociar un salario como podría negociarlo o no pedir un aumento porque, como me han dicho alguna vez, “creo que me pagan demasiado por lo que hago”.

-¿Qué recomendás para trabajarlo?

El primer paso es reconocerlo. Reconocer que son voces que nos traen recordatorios de las altas expectativas de nosotros mismos, que tienen que ver con creencias que tenemos, pero que no es la verdad acerca de nosotros. Que cuando nos decimos que no estamos a la altura, que somos un fraude, no es la verdad de nosotros.

El segundo, en la medida de lo posible, tener alguien con quien compartirlo. Una amiga, un compañero, un grupo, alguien con quien tengamos confianza porque, a medida que podamos verbalizarlo, sale de esa nube que tenemos en la cabeza y nos agobia, podemos empezar a trabajarlo, explorar los miedos que tenemos, explorar si eso que nos decimos tiene algo de cierto o no en el fondo.

Por ejemplo, no estoy preparada para este desafío. ¿Realmente no estoy preparada para este desafío o tengo una experiencia que sí me habilita a tomarlo? Empezar a generar una conversación respecto de eso que tanto me agobia.

Después, estar muy conscientes de nuestra respuesta cuando alguien nos felicita, nos elogia. ¿Qué decimos? En automático solemos decir que no es para tanto. Podemos pensar que es pura amabilidad de la otra persona y entonces rechazamos este elogio. Lo ideal es empezar a trabajar y decir gracias. Y realmente reconocer que nosotros tuvimos que ver con lo que logramos y que ese elogio está dado a nuestro trabajo y que es super bienvenido.

Y así como nos damos cuenta de que rechazamos los elogios, también podemos empezar a escucharnos qué nos decimos cuando alguien nos da un comentario que resulta negativo respecto de nuestro trabajo. Entonces, si eso que nos dicen, por ejemplo, “no cumpliste con el objetivo de ventas”, lo traducimos en “soy una mala vendedora” o, lo que es peor, “no sirvo para esto”, entonces empezar decir “ok, no vendí, pero no quiere decir que soy mala, que no lo sé hacer”. El mecanismo es que le damos poca importancia a los comentarios positivos y le damos mucha importancia y los amplificamos a los comentarios negativos. Los tomamos como algo personal, que no somos buenos, que no somos lo suficiente. Entonces, empezar a calibrar esto es importante.

También trabajar la comparación. En general nos comparamos con otras personas y solamente vemos una parte. O sea, vemos la foto del éxito, de lo bien que le va a una persona o lo que vemos por fuera. No sabemos todo lo que hay detrás, todo lo que pasó, las frustraciones, los tropiezos que tuvo. Al compararnos, siempre parece que las otras personas llegaron más rápido, sin que les cueste, que tienen una vida impecable y nosotros no.

Entonces, empezar a mirar cómo nos comparamos con los demás, que no siempre es que los otros tienen y logran todo y nosotros no. Pensar qué es lo que sí tenemos y sí logramos, e investigar también qué es lo que pasa en la vida de las otras personas para darnos cuenta de que esa comparación que hacemos nos deja siempre en desventaja.

Otra cosa que quería traer es que pensamos siempre en escenarios negativos. Cuando nos ofrecen un puesto o tenemos que dar una charla, lo primero que se nos viene a la mente es todo lo mal que nos puede ir, todo lo que no sabemos para estar ahí. Empezar a ser conscientes de que cuando se nos dispara esta idea de un montón de escenarios negativos es clave parar la pelota y preguntarnos qué tan factibles son esos escenarios. Es importante obligarnos a generar un hábito de cuál puede ser el escenario positivo.

-¿Es más común entre las mujeres?

Yo venía trabajando el Síndrome del Impostor vinculado con mujeres. Anteriormente, las estadísticas tendían a mostrar que era más común entre las mujeres que entre los hombres. Pero no termina siendo una diferencia tan significativa en cuanto a cantidad. En mis talleres, que son mixtos, cada vez tengo más asistencia de hombres.

Lo que sí observo no es que necesariamente hay una diferencia en cantidad, pero sí que es más limitante para nosotras. ¿Por qué? Porque está atravesado por cuestiones culturales como, por ejemplo, las expectativas que tiene la sociedad para con nosotras, y por ende lo que tenemos de nosotras mismas. Por otro lado, muchas nos hemos criado con la idea de que el lugar tal vez estaba un poco más en la casa y no en el espacio laboral. Entonces, cuando una llega a un espacio determinado, espacios de decisión en determinados ámbitos, donde en general no ha habido mujeres, una siente que ese no es el espacio que tenía que ocupar o no es el rol que tenía que estar cumpliendo y, por ende, no va a estar nunca a la altura de las circunstancia.

Por otra parte, también está instalada la idea de la mujer maravilla, esta idea que está muy vinculada con los roles, de querer ser la mamá perfecta, la ejecutiva perfecta, la hija perfecta. Ahora tenemos otros roles y nos exigimos hacerlo hacerlo todo en forma perfecta. Esas exigencias no se ven tan claras en los hombres.

Y hay un tema vinculado a la idea de la capacidad intelectual. En general, a los hombres no los hemos escuchado con “hay que explicarle, esto es muy difícil”. En cambio, con nosotras sí. Esta idea de que quizá no somos tan capaces intelectualmente que ha estado presente durante mucho tiempo permea en nosotras en determinados ámbitos: ciencia, matemática, tecnología. Esta idea de que no somos lo suficientemente racionales, que somos muy emocionales. Todo esto que tiene que ver con estereotipos de género nos juega en contra.

Creo que nos ha dificultado apropiarnos de los logros, poder compartirlos, tomar el mérito por lo que hacemos, bajo esta idea de la modestia femenina. Siempre se dice “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, pero no se dice “adelante o al costado…”. Esto hace que no podamos decir “esto me lo merezco por tal cosa o porque logré tal otra”.

-¿Qué pasa en los equipos de trabajo en las organizaciones? ¿Pueden influenciar en que nos sintamos más impostores? 

Al ir trabajando cada creencia y los distintos factores, puede observar que hay comportamientos que se suelen dar en las organizaciones para que las personas se sientan así. Por ejemplo, esto de resaltar mucho los errores y poco los aciertos. Venimos de esta idea de que si venís a trabajar tenés que hacerlo bien, entonces no destaco lo que hacés bien, sino que te recalco lo que hacés mal. No pueden ver el mérito en lo que hacen y solo tienen el registro de lo que está mal. O en culturas muy perfeccionistas, donde no se acepta nada que esté por debajo de la perfección y los trabajos se demoran en salir.

También algo que sucede en muchos equipos es que parece que no se puede preguntar, a quien lo expone se lo hace sentir como que debería saberlo y ese “deberías saberlo” nos hace sentir como que no estamos a la altura de las circunstancias. Lo cual, además, este tipo de comportamientos en las organizaciones hace que el trabajo no sea todo lo bueno que puede ser. Las personas tienen temor de expresar sus opiniones, tienen miedo a equivocarse y, por lo tanto, no intentan hacer nada nuevo.

https://www.youtube.com/watch?v=mWQlYXrPSbs&t=1s ¿Qué es el Síndrome del Impostor?

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Link de la nota: https://www.forbesargentina.com/innovacion/como-superar-sindrome-impostor-limita-desarrollo-profesional-posibilidades-negocios-n15075

 

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